La fuerte presencia de los medios de comunicación en nuestra sociedad influye decisivamente en la visión de la realidad que tienen los ciudadanos. Se hace necesario un consumo responsable y crítico de los contenidos de los medios. Cuando todavía gran parte de la población desconoce el funcionamiento de los medios convencionales en sus procesos de elaboración de las noticias, la explosión de las redes sociales ha venido a hacer más compleja para la población la comprensión y valoración de los contenidos. En la última década han crecido los canales de información a la sociedad sin que necesariamente los emisores de mensajes en los socialmedia sean personas formadas profesionalmente. Cualquiera puede tener “su medio”. Nunca se había tenido acceso a una información tan amplia, de forma instantánea y procedente de tantos sectores de la sociedad y las instituciones. Por otro lado, en este contexto de dispersión de los creadores de contenidos, crecen el anonimato y la propagación de fake news y bulos. 

La alfabetización mediática se hace necesaria desde los centros educativos para formar futuros ciudadanos que reflexionen, sean críticos y criben la enorme cantidad de mensajes que reciben a diario en los dispositivos móviles para dar valor a los que realmente les aporten algo a su aprendizaje sobre la vida y el mundo de hoy. He tenido la suerte de que la Asociación de la Prensa de Málaga contara conmigo en este proyecto respaldado por la Fundación ‘La Caixa’. Contribuyo desde el bagaje de mi experiencia y conocimientos a intentar dotar a los alumnos de herramientas para que entiendan el trabajo de los periodistas, el funcionamiento de los medios y la diferenciación entre noticias veraces y bulos. 

Mi primera experiencia en el taller de alfabetización mediática ha tenido lugar en el CEIP ‘Nuestra Señora de Gracia’. He aprendido a ver cómo los niños de 12 años ven la forma en que los periódicos presentan el fenómeno de los inmigrantes y refugiados. Al inicio de la tercera sesión del taller, se les plantea si alguien es inmigrante o su familia es inmigrante. Ni una sola mano de los veinte chavales que había en el aula se levantó. Después de la secuencia de imágenes en las que se mostraba a personas emigrantes, inmigrantes, refugiados y turistas con sus situaciones personales, se les volvió a proponer la misma pregunta. El aula se llenó de brazos levantados y fueron muchos los que se animaron a contar la aventura de sus padres buscando una vida mejor. En una clase con niños cuyas familias proceden de siete países y cuatro continentes, fue revelador comprobar que ellos no se sienten inmigrantes porque no lo son. Son críos. Simplemente niños.

Luis Santiago, docente en el proyecto ‘La Prensa en mi mochila’