Málaga 12.01.2022Va camino de los 95 años y es una de las memorias más privilegiadas que he conocido. Es periodista y decidió seguir siéndolo pese a su jubilación. Lo demuestra de artículo en artículo en las páginas de La Opinión de Málaga poniendo luz a la historia de esta ciudad y acreditando la mucha información y conocimiento que almacenan sus recuerdos. Guillermo Jiménez Smerdou, es un ejemplo vivo de buen periodismo durante una dilatadísima trayectoria profesional de más de 70 años. Cuando apenas llevaba 30 años ejerciendo la profesión en Málaga ya fue merecedor del premio Ondas, que recibió con humildad. Jiménez Smerdou es la antítesis del periodista vanidoso que se mira el ombligo. Así nos lo demostraba cada día a quienes formábamos parte de la plantilla de Radio Nacional de España en Málaga cuando él estaba al frente de la jefatura de informativos de la emisora.

“El periodista no es el protagonista aunque se ponga delante de un micrófono o firme un artículo. Es protagonismo debe ser para el entrevistado, para la noticia”, solía repetir.

Le gustaban las crónicas radiofónicas bien hechas, capaces de desvelar las claves fundamentales de un hecho en diez o doce líneas y se preocupaba mucho por conocer los entresijos de cada historia que narrábamos, porque decía: “para poder contar un hecho primero hay que comprenderlo”.

El pasado 3 de enero Jiménez Smerdou firmaba en La Opinión, dentro de su sección Memorias de Málaga, un artículo titulado ‘Periodistas con historia” (ver artículo completo) Partiendo de una fotografía tomada en l941 en los Baños del Carmen en la que aparecían seis periodistas locales, Jiménez Smerdou ha querido contar la historia de cada uno de ellos haciendo un interesante repaso por el periodismo de la época.

En la Asociación de la Prensa de Málaga pensamos que este era un buen momento para mantener una pequeña conversación con este gran maestro de periodistas.

«La fotografía me la hizo llegar mi hijo. Se la facilitó el abogado Jose Manuel Conejo, nieto del periodista Rafael Conejo Ferri. Era una fotografía histórica, En ella salía Rafael  Conejo Ferri.  Yo al ver la foto y reconocer prácticamente a todos los que estaban en ella me acordé de estos periodistas que fueron antepasados míos, compañeros míos y que me enseñaron cuando yo estaba empezando en la profesión. Aunque los periodistas no solemos hablar de nosotros mismos, pensé que debía recordar a estos grandes profesionales olvidados por el paso del tiempo, Todos ellos fueron un poco maestros míos y al ver la fotografía me acordé de ellos y otros muchos que no están en la foto. Rafael Conejo escribía muy bien, sabía muchísimo de teatro y como yo empecé a hacer cosas de teatro en la radio pues hablábamos mucho. Era un periodista local que llevaba la vida de Málaga en la cabeza y que escribía con mucha gracia, con mucho detalle».

– Guillermo tú empezaste muy jovencito a ejercer la profesión. ¿Cómo fueron tus comienzos?
Yo empecé en la radio porque me ofrecí a hacerme cargo de la crítica de cinematografía y de un programa cinematográfico. Para ellos fue una sorpresa que yo supiera tanto de cine y me especialicé. Al producirse una baja de dos colaboradores que tenían dos programas diferentes, le ofrecí al director hacer un programa completo de dos horas de duración. Hice un número uno del programa y ese programa Tobogán, duró 20 años. Antonio Gallardo fue quien me introdujo en la prensa. Antonio Gallardo Sánchez era un periodista que estuvo en la redacción de Sur y después fue nombrado director de La Tarde de Málaga. Me invitó a que colaborara en la Tarde. El periodismo escrito lo empecé realmente en La Tarde. El me enseñó mucho, tanto es así, que tuvo que dejar la corresponsalía de El Sol de España , periódico de Tánger, y La Vanguardia, por que no tenía tiempo y tanto confió en mí que me dijo escribe las crónicas con mi firma y yo te doy el dinero. Yo firmé con su nombre varias crónicas hasta que él hizo la gestión en los dos periódicos para que la corresponsalía estuviera en mi mano. Yo hasta entonces hacía radio, que eran noticias cortas, entrevistas cortas, y con él aprendí a escribir para un periódico.

-Cómo te hiciste con la corresponsalía de Ideal de Granada.
Me lo ofreció Rafael Conejo Ferri, que era el delegado en Málaga del periódico Ideal. Me pidió que lo sustituyera y tuvimos un encuentro con la editorial católica para que yo ingresara en la edición de Málaga.

-Y en la radio, ¿cómo pasaste de los programas de humor y de cine a la redacción de noticias?.
Fue con la llegada de Juan Antonio Rando a la dirección, me dijeron que me dedicara a los informativos. Yo entré en la radio en el año 49, tenía 21 años entonces.

-¿Cómo se trabajaba en esa época?
Uno tenía que hacer autocensura. Uno sabía cuáles eran los límites. De política costaba mucho trabajo hacer información. Los concejales no se atrevían nunca a hablar, tenía que hablar el alcalde. Si yo iba a hacer una entrevista a un ingeniero de caminos, el Gobernador era el que tenía que dar el visto bueno. Teníamos que luchar con muchas dificultades para dar noticias que no vinieran de arriba, o sea la costumbre era lo que se está haciendo ahora, las instituciones mandaban a lo periódicos la información que les interesaba y cuando había rueda de prensa, eran ruedas de prensa pero sin preguntas. Eso es la antítesis del periodismo.

-¿Era habitual que hubiera ruedas de prensa sin preguntas?
Lo habitual en la Administración es que mandaran notas escritas con lo que querían publicar. El Ayuntamiento mandaba notas, la Diputación mandaba notas, el Gobierno Civil mandaba notas, y era casi imposible hacer una entrevista relacionada con la política. Si hacíamos entrevistas a pintores, escritores… Lo de rueda de prensa sin preguntas solo me ocurrió una vez. Fue con motivo de un estreno de teatro a cargo de Jaime de Mora y Aragón que era un personaje de la vida nacional, hermano de la Reina Fabiola de Bélgica. Escribió una obra que se llamaba ‘yo soy un sinvergüenza’. Era una comedia que representaba él y vino a estrenarla en Málaga en el Teatro Lara. Entonces yo fui al Teatro Lara a verlo y le dije al portero: «vengo a ver al señor De Mora para hacer una entrevista». A los cinco minutos aparece un señor, al que le volví a repetir la idea y me pidió que esperara un momento, y al poco apareció con una cinta casete y me dijo: «aquí está la entrevista». Yo le respondí que la entrevista la quería hacer yo pero el insistió que no, que no, que ésta que le doy es la entrevista. Y entonces yo le dije, «pues mire usted no la quiero». Pienso que si hoy estuviera en activo y fuera a una rueda de prensa en la que no se admiten preguntas, me iría. Si mis compañeros actuales se someten a semejante disciplina, habrá que pensar que esto hoy es más complicado que la censura de mis tiempos.

Guillermo Jiménez Smerdou no entiende como después de las etapas de libertad por las que ha pasado la profesión desde la Democracia, pueden hoy aceptarse ruedas de prensa sin preguntas. – ¿Cómo hacíais en aquella época para conseguir salir de la estricta información oficial?
Pues mira, yo tenía costumbre de acudir a los plenos de la Diputación Provincial. No lo había hecho nadie cuando yo aparecí por allí. La Diputación mandaba los acuerdos de los plenos, y yo pensé que al ser un pleno era público y se me ocurrió ir a observar y tomar nota. Recuerdo que mi presencia la primera vez produjo sorpresa. Era entonces Paco de la Torre, presidente de la Diputación y yo el único periodista que asistía a los plenos, fuero se fueron sumando otros compañeros, pero la costumbre era admitir lo que mandaban ya hecho.

-¿En el ejercicio de la profesión todo eran dificultades o había medios en los que se trabajaba con mayor libertad? ¿El diario Pueblo jugaba en otra liga?
En Pueblo el director que era Emilio Romero era un privilegiado en información y en Pueblo había libertad. Yo fui corresponsal en Málaga de Pueblo y publiqué cosas que en otros periódicos no hubiera podido publicar. Publiqué por ejemplo en la última página, la privilegiada, el artículo ‘Los españoles comemos tiburón’. Había descubierto en un reportaje hecho en pescadería, en la lonja a las 5 de la mañana, que se subastaban tiburones. Me dijeron que normalmente le cortaban la cabeza y luego lo vendían en el mercado como pez espada. Era un notición, fue de impacto.

-¿Cómo fue el proceso hacia la libertad? ¿Se notaba que se iba hacia otro camino?
 Fue poco a poco. En La Vanguardia, de la que fui corresponsal mucho tiempo, Álvarez Solís, que era redactor jefe, me dejaba publicar cosas que no eran habituales en la época. Los periodistas de entonces teníamos que trabajar mucho para buscar noticias. Actualmente, y que me perdonen mis compañeros de profesión, se hace demasiado despacho y poca calle. Los éxitos o aciertos profesionales que he tenido han sido gracias a que hacía mucha calle y me interesaba por las cosas. Pensaba, por ejemplo, cómo funciona el matadero, pues me iba al matadero a descubrirlo, algo que no se conocía ni se contaba. Yo me iba metiendo donde nadie entraba. Un día fui a ver al delegado en Málaga de conservación de suelo, para que me explicara en que consistía su trabajo, pero no me contestó, me remitió al Gobernador, y eso era lo habitual. Era muy difícil llenar un informativo de noticias novedosas, y cuando lo conseguías, no tenían ninguna entrevista ni testimonio que ofrecer si la noticia tenía que ver con la Administración.

-¿Lo fundamental sería estar en la calle y observar?.
Si, así era. La calle ofrecía historias curiosas y estábamos en una constante búsqueda informativa. Una de las noticias mas curiosas que conseguí después de la feria de agosto, que estaba la ciudad casi parada y era muy difícil encontrar algo novedoso que contar, pues la conseguí de causalidad.  Se me ocurrió hablar de los depósitos de Repsol que acababan de construir y del oleoducto Málaga Puertollano. El petróleo crudo llegaba al puerto de Málaga, de allí a los depósitos de Repsol y luego se bombeaba el petróleo por el oleoducto hasta Puertollano. Se me ocurrió ir al despacho en Málaga de este oleoducto. Fue un 25 de agosto con un calor tremendo y el magnetofón a cuestas para ver si sacaba una noticia para el informativo. Llegue allí y solamente estaba un conserje y el ingeniero del oleoducto, que muy amable me empezó a contar como iba el oleoducto. Le llamaron por teléfono, me pidió que esperara un momento, para poder atender la llamada y cuando volvió me dijo,  “le voy a dar la noticia del día, el primer petróleo que se ha desembarcado en Málaga ha llegado a Puertollano a través del oleoducto”. El oleoducto llevaba un año construyéndose pero la primera llegada del petróleo la dimos en Radio Nacional, por mera casualidad, porque buscaba noticias en la calle. Todo era buscar. Un día descubrí que en Nerja se había creado un criadero de orquídeas.

-También debía ser difícil tener buenas fuentes de información.
Pues encontré una fuente informativa que era muy curiosa, el boletín de la provincia, Lo leía todos los días. Vi en él una nota que decía: «petición para la búsqueda de minas de diamantes en Málaga». Busqué y efectivamente, una empresa hispano canadiense estaba tratando de encontrar diamantes en Carratraca. Me fui a Carratraca y quedó un reportaje estupendo. Así descubrí también una noticia que todavía no se ha resuelto, era la búsqueda de una empresa que quería rescatar de aguas de Málaga el acorazado inglés Royal que había sido hundido por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial cerca de la costa malagueña, entre Estepona y Casares. Hice un reportaje fenomenal.

-¿Qué fue para ti que te dieran un premio Ondas por tu trayectoria profesional?
Ese fue un premio inesperado, un regalo. Fue en 1979 si no me equivoco. Me levanté a las seis y pico de la mañana aquel día, porque tenía que ir a Ronda, que venía el ministro de Economía a inaugurar algo de la Caja de Ahorros de Ronda. Estando yo desayunando a las siete de la mañana me llamaron de la radio. Antonio Plumet que era el técnico que acababa de abrir a emisora y que acababa de oír el boletín de las siete de la mañana me dijo: «Guillermo que te han dado el premio Ondas».

Cuando llegue a Ronda, mucha gente ya lo sabía. Yo me presentaba a concursos de prensa y radio y había ganado algunos premios pero al premio Ondas yo no me presenté. Cuando llegué a la radio fue Juan Antonio Rando el que me contó la historia. La Ser que da los premios se dirige cada año a los medios para que propongan posibles candidatos a los premios. El director de Radio Nacional en Madrid llamó a Málaga para preguntar al director de la emisora  si tenía en su plantilla algún periodista o técnico que pudiera ser aspirante al premio Ondas. Juan Antonio Rando, mandó mi currículum pero no me dijo nada.  Y en Radio Nacional de Madrid, donde recibieron propuestas de 40 profesionales de distintos sitios de España, seleccionaron la mía y la mandaron a la Ser. Y el jurado se decidió por mí. Cuando llegamos a Barcelona a recoger el premio, en la recepción que hubo en la terraza Martini para presentarnos, se acercó a mí un señor mayor, que dijo que había sido miembro del jurado y que la decisión se tomó por unanimidad. Me parecía increíble. Un periodista de provincias que de buenas a primeras merece un premio a una trayectoria profesional. Entonces llevaba ya 30 años en la profesión.

-¿En qué momento de tu vida profesional se ha ejercido mejor periodismo en Málaga?
Sin duda en la Transición. Fue una apertura general. Se podía entrevistar a todo el mundo. Había una libertad total y absoluta, esa etapa duró algunos años. Si comparamos ahora en las redacciones se hace mucho despacho y poca calle.  Hay que volver a la calle., Aquí en Málaga hay un periodista que hace calle y lo hace muy bien, Alfonso Vazquez, va todos los días a la calle, descubre cosas y lo cuenta.

Hemos mantenido con Guillermo Jimenez Smerdou una conversación de media hora al teléfono. Nos sabe a poco. Tiene mucho que contar. Nos dice antes de terminar la conversación  que su mejor entrevista fue a Severo Ochoa “lo admirable fue que Don Severo Ochoa, todo un premio Nobel, una autoridad mundial se puso a mi disposición y estuvimos hablando casi una hora”.

Lo admirable para mí es esa memoria prodigiosa de Guillermo Jimenez Smerdou un maestro del periodismo que sigue escribiendo y narrando historias para delicia de esta ciudad a sus 94 años.

Teresa Santos Garrote, vicepresidenta de Igualdad de la Asociación de la Prensa de Málaga y coordinadora de la Asamblea de Mujeres Periodistas de la APM.